miércoles, 29 de octubre de 2008

Noche sin faroles


Paseando sobre lo elevado, había un nido de hormigas usando una baranda completa, y bajando evitando esas cosquillas veía luces, muchas luces a lo lejos que no eran mi casa, que eran lo que quedaba de esperanza en esa noche que no era mía, las mismas que vería dos semanas después derramando lágrimas desesperadas acurrucada en el asiento de un bus. Y acurrucada en la cuneta escondía la humedad de mis ojos esperando esas letras que dijeran "Santiago - Las Condes", pensando en que realmente existía ese amor que sólo veía en las películas y en Sakura, ese amor incondicional que supera todas las barreras, que sólo quiere la felicidad del otro, y lo mezclé con obsesión, con ganas desesperadas de viajar todos esos kilómetros para verlo una vez más, para que asustado ante mi presencia fuera capaz de ver lo que una persona afectada emocionalmente es capaz de hacer. Tanta soledad me llevó a trabajar como otras veces iba a ocurrir, a esperar y esperar por alcanzar esas utopías inventadas en mi mente adolescente, y finalmente me vi en ese ansiado y frío avion, sin entenderme aún. La compañía de ella fue como extender esa soledad pero al mismo tiempo compensarla con esos silencios eternos en una habitación donde no había nada que hacer más que mirar el techo y pensar en mi siguiente locura, recorriendo sola la carretera argentina y quedando abandonada en ella, gritando un nombre a quien se cruzara por allí. Al mirar los ojos de esa mujer cansada y dolida no alcanzaba a entender mi rol ahí, hasta que escuché la voz de él al teléfono, el impresionado y alegre Emmanuel... El que despertó los rincones de mi desconocida locura/esquizofrenia, mi desesperación, allí estaba preguntándome cosas banales mientras alargábamos una conversación que no debió haber nacido. Tanta gente buena que me ayudó, que se apiadó de mí en esos momentos, nunca estuve sola, sin embargo mi alma sí, la misma que mantuvo mis labios juntos todos esos días de osada insistencia. ¿Qué ha quedado? Sólo dolor.

Bueno gracias.

sábado, 18 de octubre de 2008

Inspiracion de estudiante revolucionari@



La revolución de los pingüinos me recordó tantas cosas.
Igual esto lo escribí el 23/6/08

Toda mi inspiración se esfuma cuando después de cinco semanas todo vuelve a "la normalidad", los pasos que marqué por esas avenidas, las monedas cayendo en la improvisada alcancía, la pintura en las manos, las salidas todo el día, gente nueva, vitalidad, los carteles y los gritos de todos a coro, exigiendo ser escuchados, horas sobre las sillas acolchadas mirando, abrazando, pensando, riendo y aburriéndome a ratos... Hoy sólo sé enredarme en millones de palabras impresas, malas caras, frío y preocupación, silencio autoimpuesto, necesidad de salir, escaparme de este mundillo que me inquieta y angustia, sólo un día, unas horas sin hacer nada, sin tener que ver a nadie ni que vean mi cara con el entrecejo fruncido. Cambio de mierda, nueva presión, desesperanza... Se acerca el maldito momento y ni a la cara puedo mirarte, cómo me desagrada, que todo muera como siempre supe que pasaría y no encontré forma de evitarlo, y sin embargo sin tu compañía todo parece más gris, ese edificio frío y solitario, en el cual no encuentro motivación alguna, mis pasos redundantes, mi dejación inevitable... Qué he hecho de mí. ¿En esta época solía ser feliz? Ni yo me la creo. Hace algunas semanas parecía ser más ligero mi caminar, como si fuese más fácil llegar a pelear por nuestros derechos, a conversar con otras personasm a hacer algo más por el resto que por mí. Quisiera escaparme a un día con sol sentada escuchando buenas noticias, conversando de estupideces con amigos, viajando a Casa Central a ver un partido en la calle o a pararme frente a los autos con un cartel, y encender una vela y caminar con ella por la calle, llenar de plata un tarro o simplemente sentarme a contar los "eeehh..." para reírme un rato. Cualquiera de esas cosas pero no estar en hoy, no en ahora hacia adelante. Siento como si todo hubiese decaído. Ah, por favor. No me vengan con las vacaciones ahora, que las tuve aunque corrí a todos lados, no las quiero hoy, sólo me aterra la cotidianeidad después de tanta motivación y movimiento. Calma inquietante, normalidad de mierda, caigo en ella sin otra opción y cruzo los brazos, me resguardo otra vez en mi soledad.

lunes, 13 de octubre de 2008

Yo conmigo?



La pregunta que nos hicimos cuando la hierba comenzaba a hacer su efecto, ¿qué hablas cuando tienes que hablar de tí a una cámara?
Qué simple...
Pareciera.
Pero ¿qué digo de mí?
Es el problema, no hay una historia que contar como yo creía antes.
Está anticuada la historia de la pendeja incomprendida que se rebelaba ante todo, ocultando esa hipersensibilidad que tanto la atormentaba.
Está pasada de moda aunque nunca la conté.
Porque no asumo que ese yo es tan pasado y tan rememorado que olvidé construir un presente.
Olvidé contar mi historia ahora, a dónde voy, qué me inspira, de dónde surgió lo que soy ahora luego de dejar de ser esa niña triste y sola.
Por eso el vacío, por eso la falta de creatividad, el evadirme pensando en el otro en vez de mí y lo que quiero y lo que busco y lo que me define.
Hasta ahora soy un cuerpo andante que se guía por su sentir y no hace nada más por sí mismo.
Hay que detenerse.